La ciencia estrecha el cerco sobre el E171, el aditivo de los dulces
Responde al código E171 y es dióxido de titanio. Más simple: se trata de un aditivo presente en decenas de productos consumidos preferentemente por niños e incluye galletas, chicles, chocolate, golosinas y en general una amplia variedad de dulces. Lo nuevo es que se acaba de descubrir que es altamente perjudicial para elsistema inmunitario y que además puede favorecer la aparición de tumores.
Hace meses que se viene investigando los posibles efectos nocivos que puede tener este aditivo en diversos alimentos. Hasta 900 diferentes. Ya en enero apareció el estudio 'Aditivo alimentario E171: los primeros resultados de la exposición oral a nanopartículas de dióxido de titanio', realizado en ratas de laboratorio a cargo de investigadores franceses del Instituto Nacional de Investigación Agronómica (INRA) y publicado en la revista 'Scientific Reports'.
"El aditivo atraviesa la barrera intestinal y penetra en el torrente sanguíneo para llegar al hígado"
Los investigadores del INRA administraron agua con E171 a los animales de laboratorio utilizados para el trabajo en una dosis similar a la exposición alimentaria humana (aproximadamente unos 10 miligramos por kilogramo de peso corporal por día). Durante el proceso encontraron evidencia de que el aditivo atraviesa la barrera intestinal y penetra en el torrente sanguíneo para llegar finalmente al hígado. Además, la sustancia modificaba el sistema inmune de los animales.
Cáncer de colon y recto
La exposición oral crónica durante 100 días desencadenó las primeras etapas de la carcinogénesis en colon y recto. Así, el 40% de los animales utilizados en la muestra mostró el desarrollo de tumores cancerígenos.
Y ahora acaban de salir los resultados de un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Sídney (Australia) bajo el nombre 'Impacto del aditivo alimentario dióxido de titanio (E171) en la interacción microbiana-huésped intestinal'. Y con nuevas conclusiones relevantes. En su trabajo, concluye que el dióxido de titanio (E171) puede afectar “al funcionamiento del microbioma intestinal, provocando enfermedades inflamatorias intestinales y cáncer colorrectal”. Resultados que previamente avalaron también otros trabajos realizados en la Universidad de Binghamton y la Universidad Estatal de Nueva York. Todos ellos concluyeron que las nanopartículas de dióxido de titanio podían afectar a los procesos digestivos.
Los aditivos, otra vez en el centro del debate. “El objetivo de esta investigación es promover las discusiones sobre nuevos estándares y regulaciones para garantizar su uso seguro en Australia y en todo el mundo", asegura el investigador Wojciech Chrzanowski, uno de los participantes en el trabajo publicado en la revista 'Frontiers of Nutrition'.
Lo cierto es que la comunidad científica está estrechando el cerco sobre el E171. Las autoridades sanitarias francesas ya advirtieron de que para el próximo año se prohibirá su uso dentro de su cadena alimentaria. Desafiaron así la tesis expresada recientemente por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, que calificó su uso como “seguro” tras reclamar pruebas científicas más concluyentes para tomar decisiones drásticas. Pero cada vez hay más evidencias. De hecho, la Organización Europea de Consumidores (BEUC) acaba de pedir por carta a las autoridades europeas que prohíban el E171.
Salsas y lácteos
El dióxido de titanio es una sustancia de un efecto principalmente 'estético'. No sirve para otra cosa más que para mejorar el aspecto del producto, hacerlo más atractivo a los ojos del cliente. Y principalmente a los niños. Se trata de un aditivo que blanquea y proporciona un efecto opaco a los alimentos. Dentro de la cadena alimentaria se utiliza sobre todo en los productos de panadería y confitería.
También en ciertos tipos de salsas y lácteos, pero principalmente en los dulces. Son destino de supermercados y grandes superficies, y está presente en más de 900 productos diferentes. Es fácil consumirlo en grandes proporciones y de forma regular, pues aparece en alimentos a los que además se asocia un alto rango de adicción. En el trabajo de la Universidad de Sídney, los expertos recordaron que una dieta tiene “un impacto realmente significativo” en nuestra fisiología y salud.
Comercializado desde 1923, el consumo de dióxido de titanio ha aumentado considerablemente en la última década. Entre 2005 y 2010, su producción pasó de 2.000 a 5.000 toneladas anuales. Si bien es ahora cuando más se recrudece el debate sobre su utilización, hace años que se le relaciona con varias afecciones médicas. A la luz de las nuevas investigaciones, y según reclama la Universidad de Sídney, no hay pruebas suficientes sobre su seguridad.
“La exposición a las nanopartículas impacta en la composición de la microbiota intestinal"
La Unión Europea califica a cada aditivo con una letra E (que equivale a 'seguro') más un número de identificación. Según su clase, poseen diferentes cualidades: estabilizador, espesante, agentes gelificantes, agentes antiaglutinantes, agentes de recubrimiento, gases de envasado y propulsores.
La Universidad de Zaragoza (España) levantó recientemente una voz de alerta tras revisar 31 estudios desarrollados en varios países. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los azúcares añadidos no deben superar el 10% del consumo diario total de energía, pero la realidad es que los menores de 4 años están consumiendo entre el 9,8 y 11,2% de azúcares añadidos. Por su parte, en los niños de 4 a 10 años llega al 18% y en los adolescentes alcanza el 16. Aunque también hay forma de entrenar el cerebro para comer menos dulces.
En los últimos trabajos, las crecientes tasas de demencia, enfermedades autoinmunes, metástasis del cáncer, eccema, asma y autismo se encuentran entre una lista cada vez mayor de enfermedades que se han relacionado con la creciente exposición a las nanopartículas.
“Cada vez hay más evidencias de que la exposición continua a las nanopartículas tiene un impacto en la composición de la microbiota intestinal y dado que esta es un guardián de nuestra salud, cualquier cambio en su función influye en nuestro estado de salud”, resume Wojciech Chrzanowski.